Racionalizando lo iracionalizable, uno piensa hasta qué punto uno puede creer, entonces, recurrimos a nuestro intelecto para buscar razones; por ejemplo, la existencia de una presencia divina, creadora de todo y de todos, desde el centro hasta los confines del universo, de mares y guerras, sucios y pobres, del bien y del mal, de la bondad y la lujuria, entre tantas cosas...Uno llega a cuestionar la perfección, otro lo acomoda a su beneficio, el otro se mantiene escéptico, expectante, o simplemente indiferente, otro le teme, otro la ama, y otro no sabe bien que hacer, algo le dice su sentim y otra cosa su mente...por ahí creo estar yo.
No busco que Dios venga a la tierra, toque a mi puerta y me diga “Heme aquí, dulce hijo mío, bendito producto de mi creación”, busco pequeñas certezas, aunadas en pequeñas razones, pero a la vez inmensas, escondidas, más por nuestras ideas que por el universo mismo y sus “misterios”. Tan fácil es para nosotros crear universos oníricos, realidades nacidas de tensiones y de vivires, de cosas que vienen y que van, y que se reúnen a modo de quinta de recreo en nuestra mente activa incluso cuando el cuerpo descansa; así podríamos ser, una dulce inquietud que bien podría tornarse pesadilla, para que el soñante despierte…y todo acabase.
Podríamos ser un simple juego, una prueba de otro ser que a su vez también busca certezas, y recurre a nuestro ir y venir para encontrarlas: un experimento.
Podríamos ser el fruto de la mayor de las bondades, pero también la mayor de las crueldades…o tal vez la mayor de las pruebas, el mayor beneficio, la mayor pena y alegría….o simplemente seriamos vivos para ESE ser…podríamos ser más que su fruto y su creación, su carne, su sentim, pensar y esencia…ser Él en parte, y si sufrimos él sufre, y así si reímos, gozamos; si ayudamos él nos dará ayuda, y si herimos, él terminará por herirnos, por qué seremos todos lo mismo al final de cuentas, una sola consciencia, un solo sentir y una sola razón….y no sé por qué me quedo con la última siempre.
No sé si llamarlo el punto final del relativismo, la razón unificadora, la verdad absoluta que abarca a las demás, todas variables por como se relacionan unas con otras…por ser la última razón y la primera, o por ser la bondad absoluta al dejarnos ser participes de su razón de manifestarse; que nosotros a su vez también lo hagamos.
Ese podría ser lo que llamamos Dios, que al final de tanto buscar razones, dejando un poquito la fe, nos terminamos conformando con una sola…la más simple de todas y que siempre estuvo en nosotros…entonces, ¿Para qué tanto raciocinio, señores, si terminamos en lo mismo, sólo con la “cándida e inocente” idea de creer simplemente por el arrebato de tu sentir, que no necesita razón alguna?