Incendios de ideas
Lacerando mi conciencia
Usurpando mi felicidad
Saboteando mi existencia
Invocando a la inmortalidad
Olvidando toda esencia
Negando lo que era.
“No sé que pensaba”, se dijo Leonardo, siguiendo su camino, dejando todo atrás, calmando su conciencia, con ideas convenencieras: “No importa lo que pasara, esto terminaría de todas maneras de alguna manera parecida a la de hoy, sólo derrumbe este castillo de naipes antes de que la mas mínima brisa o temblor lo botara”. Siguió su rumbo, pero algo lo hizo palidecer, detenerse…”Sí, no te preocupes, tuviste la razón…o puede que no, que el castillo hubiera ganado cimientos, y que nada lo hubiera botado…sólo tu que eras uno de ellos”…sacó un cigarro, lo prendió, pego una piteada con algo de ira, consigo mismo, con todos, con ella, con su contrariada conciencia, que volvía a arremeter: “sabes que estuviste mal, no lo niegues, tal vez no tenía nada de malo vivir eso…o simplemente vivir, las emociones son para eso, ¿o no?”.
Eso no lo entendía, o no lo quería entender, tampoco qué había hecho, qué palabras había desenfundado, o qué argumentos, por muy falácicos que fueran, y que pese a todo tenían algo de verdad…sus lágrimas, que el creyó de cocodrilo, su “altanera” actitud, que paso de sufrido “quédate conmigo”, a un ambiguo “no quiero volver a saber nada de ti”...su furia, su desamor, cosa que no lo sorprendía, ni el primer beso, tal vez si la primera mirada, pero no de la misma forma; no era una “atracción” como cualquiera, fue un interés a lo oculto, un desafío que quería desentrañar, un acertijo por descifrar, de manera fría y calculada, y cuando tuvo que demostrar algo más que simples análisis, cavilaciones, dejar de racionalizar lo que no se puede racionalizar, decide dar por terminada la historia: “Realmente fue un gusto conocerte, pero creo que debemos por el bien de los dos seguir con nuestras vidas”… Estaba caminando por la acera, en pleno parque, llegando al río, los árboles del mes de Junio anuncian su agonía y pesar con sus ensangrentadas hojas, que no aguantan el peso de sus tonos amarillos, marrones y rojizos y caen desvanecidas de manera tácita, a la voluntad del viento. Mirar cosas así lo conmovía, pequeñas cosas, pero todavía pensaba por qué no lo conmovía un beso, o un te quiero, o un abrazo, o esas cosas lindas que todos querían hacer y sentir y que se resumían en la palabra AMOR.”Creo que no entiendo la lógica de todo esto aún, ¿Para que dejarse llevar por cosas superfluas?, sabemos que no queremos a nadie ni que ni siquiera nos queremos a nosotros mismos, ¿Cuál es la idea de fingir estados de goce y éxtasis?”… a cada arremetida de su contestataria conciencia, más ganaba fuerza la idea de sentirse vivo, por un instante, uno solo, de saber qué era sentir, que era “vivir”, como todos decían, como ella le había dicho antes de que le diera la espalda a la pobre chica…”Vive, por favor, siente y vive, y sobre todo siéntete vivo una vez que sea”.
Se detuvo, estaba en medio del puente, viejo, pero cuidado, de formas bellas, que saludaba al río en su constante reencarnación con sus opulentas formas de granito; “Ya se que haré, me sentiré vivo, si no lo hice por medio del amor, lo haré por medio del dolor”…miró las aguas, la tormenta de hace pocos días lo había dejado turbulento, así como a su mente; no dudó, como siempre lo hacía, se dejó ir por su corriente, al decir:
“Hazme tuya, corriente imperecedera”…junto a unas últimas palabras:
“Si es la mente la que nos domina, si son las emociones, no lo sé; lo único que sé es que tal vez nunca debí saber nada”….
No hay comentarios:
Publicar un comentario